Empezamos la mañana diciendo “que no nos llueva”… Aquel cielo tenía pinta de que nos iba a caer una buena.
Dejamos los coches a las puertas de una antigua fábrica y de ahí comenzamos a subir por un sendero que unas veces tenía escaleras hechas con troncos, otras puentes, y, como techo, las ramas de unos árboles antiquísimos. El suelo era una alfombra de hojas.
Todo el recorrido lo hicimos encontrándonos una serie de pequeñas cascadas rodeadas de rocas tapadas por verde musgo. Al final del recorrido pudimos ver una cascada más grande que provenía de la montaña.
Ahí almorzamos y la vuelta la hicimos siguiendo un canal. A un cuarto de hora de llegar a los coches, tuvimos la gran suerte de ir duchados a casa, porque nos cayó una tromba de agua de aúpa. Ya se ha secado todo para la próxima salida.
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